La ciudad está en reconstrucción y los habitantes siguen dependiendo de la ayuda del gobierno mientras el evento deportivo promueve el turismo.
La gente dice que las crisis traen oportunidades. Muchos imaginaban un Acapulco renovado tras la devastación del huracán Otis, un apocalipsis que traería la paz a través de la reconstrucción de la ciudad, o eso pensaban los más optimistas. Sin embargo, la calma no ha seguido a la tormenta, al menos no todavía. En estos días, en los que la maltrecha perla del Pacífico acoge el Abierto Mexicano de Tenis como símbolo de la ansiada normalidad, todavía no todo marcha bien en la región. Todavía hay largas colas en los supermercados para canjear los bonos emitidos por el Gobierno por alimentos antes de que caduquen y muchos de los afectados esperan a ser censados para recibir las esperadas ayudas. La violencia ha provocado varias muertes sólo en la última semana, con el habitual escenario de cadáveres asesinados a tiros o cabezas cortadas acompañadas de narcomensajes. El transporte público y privado ha dejado de funcionar en varias ocasiones en protesta por los ataques perpetrados por grupos criminales organizados. Mientras tanto, los gobernadores han saludado la gran cita del tenis latinoamericano con frases grandilocuentes: “El puerto vive, brilla y brillará con más fuerza que nunca. Queremos un nuevo Acapulco”, exclamó recientemente la gobernadora, Evelyn Salgado.
Los hoteleros todavía estiman que pasarán dos años antes de que puedan funcionar a plena capacidad, dada la magnitud de la destrucción causada por el huracán que azotó el mar en las primeras horas del 26 de octubre. Los funcionarios de salud están trabajando incansablemente para poner fin a poner fin lo antes posible a la epidemia de dengue que provocó el colapso de los servicios de salud. Acapulco todavía lucha por recuperarse, por lo que el torneo de tenis, celebrado en la ciudad desde 2001, representa dos caras de la moneda. Por un lado, es una oportunidad para estimular el turismo y el empleo. Por otro, es una evidencia de que las necesidades básicas y los brotes de violencia no pueden camuflarse con un escaparate deportivo.
“El Open sólo le da publicidad a Acapulco. Este año, el gobierno del estado ha destinado 20 millones de pesos para su organización, pero en realidad solo beneficia a las personas que están en su entorno inmediato”, dice por teléfono Óscar Ricardo Muñoz Cano, periodista del diario El Sur de Guerrero. Dice que son alrededor de 11.000 familias las que se benefician del tenis, las que trabajan en hoteles, transporte, etc., pero que los asistentes son extranjeros porque en Acapulco no hay suficiente riqueza para que los residentes puedan afrontar el costo de las entradas. “Además prácticamente todo se consume dentro, en el recinto, no suelen salir a la calle, no conviven”, con esto quiere decir que el dinero que gastan no va mucho más allá de las canchas de tenis del recinto. Sin embargo, los jugadores han tenido amables palabras de buena suerte para Acapulco, y Stefanos Tsitsipas ha prometido donar 1.000 dólares por cada as que acumule. Sólo nos queda desearle suerte.
Días después de que las casas fueran arrasadas, las palmeras yacían en la playa y las calles, los hoteles quedaron con el esqueleto desnudo de su estructura y 56 vidas se perdieron en la catástrofe (aún quedan muchos desaparecidos que pudieron haber sido arrastrados hacia abajo). junto al mar), todavía había solidaridad en medio del saqueo y el despojo. Las primeras semanas de devastación han amainado y el pasado domingo la marina anunció que cerraba sus centros de acopio desde los que había abastecido a la población de productos básicos y alimentos, pero el suministro aún no ha vuelto a la normalidad y la ayuda a la reconstrucción no llega a todos. Algunos de los afectados intentaron bloquear carreteras en señal de protesta porque no estaban censados y por tanto no recibían lo que les correspondía, protestaron.
En ese momento, alrededor de 10.000 guardias nacionales estaban asignados a la zona. Acapulco ya era una región bárbara donde el crimen organizado había ido ganando influencia sobre las jugosas ganancias del turismo, incluidas las drogas y la prostitución, durante años. La ciudad perdió su pasado esplendor y los famosos se recluyeron en determinadas zonas privilegiadas de la costa. Los demás partieron hacia otros destinos de vacaciones. La violencia se hacía visible todas las tardes, a plena luz del día. Cientos de turistas, muchos de ellos procedentes de la capital mexicana, observaron atónitos cómo hombres armados entraban en un restaurante local y mataban a un camarero, por ejemplo. El despliegue de militares en las playas, uniformados y armados, tuvo poco efecto, ya que brindaron una oportunidad inusual para tomar fotografías a los bañistas.
Quizás nada pueda detener el crimen. La gente pensó al principio que el huracán que devastó la ciudad expulsaría a los narcos corruptos de Acapulco y la comunidad podría reconstruirse con otros parámetros sociales. Pero éste no era el caso. Los asesinatos han continuado y hay muchos que creen que los beneficios económicos de la reconstrucción proporcionarán un salvavidas para los miembros de las pandillas y su círculo diverso, que a veces involucra a la política y al sector empresarial. La crisis de violencia en el sector del transporte ciertamente incluye algo de esto. “Pensábamos que con la paliza de Otis no tendrían a quién extorsionar, cerraron todos los negocios, pero han apuntado al sector transporte”, afirma el periodista Muñoz Cano. De hecho, las mafias que se pelean por el transporte han desencadenado numerosas crisis en Acapulco y en todo el estado de Guerrero, provocando muertes y colocando al gobierno estatal en una situación compleja. Taxis quemados, conductores asesinados. El Estado responde a cada crisis comprometiéndose a proporcionar más policías para reforzar las rutas, pero nada puede disuadir el crimen.
“Todavía estamos en problemas. Aquí estamos haciendo lo que podemos para la reconstrucción, pero los recursos privados y públicos no alcanzan, quieren hacer ver que estamos bien, que están abriendo hoteles, pero los más emblemáticos, como el Princess o el Mundo Imperial. están al 50%. Las estadísticas incluyen pensiones muy antiguas y pequeñas donde se alojan grupos de jóvenes”, afirma Muñoz Cano. Y continúa mencionando paros intermitentes del transporte, violencia y ayuda alimentaria. ¿En una escala de 0 a 10? “Acapulco siempre ha sido un seis o un siete. Lo que tenemos es resiliencia”.
En los últimos días, los noticieros locales informaron que las ranas mariachi robadas fueron recuperadas y se encontraban cantando nuevamente. Esta noticia y el Open de Tenis son los aspectos más optimistas en la zona en estos momentos.